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kleptØ

Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

lunes, diciembre 04, 2006

8:30 p. m. - Creo ver rosas blancas en el desierto.


Foto: White Rose, Sheila Caim, clicka en ella para ir a la galería.



Anoche estuve en Ulaanbaatar, y acabé perdida en las profundas estepas, sin dejar de caminar llegué hasta las Dunas de Khongoriin, me agaché para recoger en una botella vacía de agua un puñado de arena, que bien envasado a mi regreso haría las funciones de catalizador para volver al origen, él se me acerca y me invita al interior de su ger, porque piensa que estoy sedienta y no se equivoca pero no de agua. En el interior arde una lumbre justo en el medio, y me brindan té, me indican que seguramente encontraré lo que busco si sigo hasta el monasterio de Erdene-Zuu, que si me desoriento y para los que no son de ahí es normal, que pregunte en la antigua capital, hace una pausa, y como en un susurro dice finalmente, Kharakorum. Asiento con la cabeza y dando las gracias con gestos, marcho para aprovechar la luz de día.

Él sale conmigo del ger y señalando sus caballos, me invita a montar en uno, no me siento cansada pero me encanta la propuesta, monto sobre la manta, y recorremos un trozo juntos, él se detiene, desmonta, y me comenta que cada año el desierto le gana un trozo a la estepa, que de pequeño todo era más verde, y el pasto era mejor para el ganado, pero me lo dice resignado porque sabe que la culpa es nuestra de los humanos, que gestionamos todo mal, incluyendo el planeta. Yo no logro entender el brillo que ahora veo en sus ojos y le digo que debo continuar hasta Erdene-Zuu, él asiente y me dice que puedo seguir con el caballo que a la vuelta se lo regrese, le vuelvo a dar las gracias y me viene como en una ráfaga que ya me habían comentado sobre la generosidad de las gentes que habitaban esas tierras.

Sin mayor dilación sigo mi recorrido, y no me asombra el hecho de no encontrarme cansada, ni que la luz de día siga tan intensa como al inicio de mi viaje, atravieso la antigua capital sin problemas entre grupos de ovejas y pastores, atisbo una muralla con cúpulas blancas rematadas con conos dorados, noto que estoy cerca, dejo en la puerta al caballo, me dirijo hacia el Zuu-Buddha, y antes de que pueda pedirle nada se me acerca una mujer menuda, de cara redonda y mejillas rosadas, me dice,

- ¿Eres tú la portadora de rosas?

- No, que yo sepa... - Le contesto con el ceño fruncido a la mujer.

- Le pido humildemente coger una, es que aquí en el desierto no se habían visto nunca.

- ¡Claro que puede coger una!, si por mí... - Estaba a punto de explicarle a esa buena mujer que yo no era portadora alguna cuando al mirar tras de mí, había todo un camino de rosas blancas, me levanté y con paso lento me dirigí hasta la puerta, el caballo seguía ahí esperándome, y junto a él, un hombre vestido con traje negro, con lazo en el cuello, y con un mostacho un tanto pasado de moda, parecía realmente desubicado, no atino a decir nada y él lo sabe,

- No dejes de ser portadora de rosas blancas, a las personas les pasa igual que con la tierra, la erosión trae el desierto, y así gana centímetros cada año.

De repente le reconozco, sé quién es, y como si de un mantra se tratara, repito entre dientes sin mover los labios, palabras desordenadas,

- Cultivo en julio como en enero, para el que me da su mano franca, y para el que arranca, cultivo una rosa blanca...



Noto que me zarandean el hombro derecho, estoy a punto de decirle a la mujer menuda que era eso lo que venía buscando las rosas blancas, y que estoy feliz de saber que nunca me abandonaron, cuando me encuentro con la cara de mi perro y antes de que le ordene que quite su patota de mi hombro, me mete un lametón en toda la nariz. Me incorporo en la cama y en la pantalla encendida de la tele, el guía ha vuelto a Ulaanbaatar, está bailando en una discoteca algo parecido al reguetón, y pienso que ni en el paraíso se salvan...

A veces me funciona, me pongo a mirar una de las 625 líneas que no paran de formar la imagen en la caja tonta, inapreciable para el ojo humano y consigo viajar a tierras remotas, a desiertos que no conozco, incluso encontrar lo que nunca he perdido.





Objetivos: Aunque destrocen vuestras rosas, las hagan polvo y no quieran ni preservar un pétalo perdido entre las hojas de un libro, porque piensan que es mejor negar la belleza de su existencia, seguid cultivándolas, es la única manera de frenar el desierto.
Tiempo (cultivando) si has leído hasta aquí: 4:15


Blogger Clementine confesó...

La estepa y el desierto... nunca he estado allí, pero sé que es mi rincón preferido del mundo. Al principio de tu historia me ha venido a la mente El paciente inglés...

Gracias por la rosa, gracias, gracias, gracias...

(creo que me has dejado casi sin palabras xD)  


Blogger Remo confesó...

Ahh... Mongolia y sus estepas...

Al comenzar a leer pensè en un viaje de Marco Polo a la inversa (De China a Venecia).

"Y para el cruel que me arranca, el corazòn con que vivo,
cardo ni ortigo cultivo,
cultivo una rosa blanca."

Versos de Josè Martì que hoy me llegan como nunca.

Saludos y una rosa para tì.

El Zòrpilo.  


Blogger ka! confesó...

...me recordó ladrona amiga mía..un poco a aquélla "historia sin fin"...

...tenemos que robarnos unos minutos...tú sabes dónde y cómo!..

becho vanilla!  


Anonymous Anónimo confesó...

Me alegro de que hayas podido viajar con mis palabras Clemen, hasta las dunas de Khongoriin en medio del desierto de Gobi, los desiertos igual que los océanos hacen que uno se sienta pequeño dentro de la inmensidad de su extensión y logran atraparnos, pero son habitats extremos donde pocas especies animales sobreviven solas sin trabajar en simbiosis, así que gracias por recoger una de las rosas. ^_´
Gran película la del Paciente Inglés. ª_ª

René, precisamente los versos que citas son los que sólo con los años he acabado entendiendo, se gana más cultivando que arrancando. Ö_Ö

Ka!, por aquí estaremos siempre que sea menester, bechos vainilla... ñ_ñ  


Blogger wisheast confesó...

Querida mia, te superas cada dia, que hermosas son tus rosas, y ulen tan bien¡¡ me encanta tu relato, me has hecho viajar muy lejos hoy y ya sabes que me encanta viajar. No te preocupes tengo muchas semillas y seguiremos cultivandolas pues las rosas blancas tienen una cualidad parecendelicadas por sus petalos de seda pero sus raices son fuertes y profundas, tranquilas las tempestades no pueden acabar con ellas. UN BESO  


Blogger Mike confesó...

Mi abuelo solía recitar ese poema, por Dios, los golpes de nostalgía me llegan por doquier, y una lagrima fortuita pide su oportunidad de escapar... pero estoy en un sitio publico. THANX VAMP SISTA  


Anonymous Anónimo confesó...

Mimaremos esas raíces Wisheast... muUuchas gracias ^_´.

Deja que ruede esa lágrima, estimado Mike, el desierto como le comentaba a alguien ayer es árido y abosorbe muy bien las lágrimas... Ö_Ö  


Anonymous Anónimo confesó...

Fantástico ese camino de rosas blancas. Pero yo deseo para ti un jardín inmenso de flores multicolores, que son las que nacen para los que, en lugar de arrancar, fertilizan la tierra con abono y agua de lluvia, podan cuando deben y donde deben, y hablan con ellas sin descanso.  


Anonymous Anónimo confesó...

"... y hablan con ellas sin descanso."

Porque son realmente más hermosas cuando se les habla... ^_´

Gracias, Shere. Ö_Ö  


Anonymous Anónimo confesó...

Esto es en sentido estricto, literatura de evasión. Es muy recomendable y concretamente la tuya evade muy bien. He de reconocer, por otro lado, que tus letras me han dejado KO. He venido raudo, todo lo que he podido, que reconozco, no es mucho, atraído por tu enlace "ulaanbaatar". Mi relación con Ulan Bator o Ulaanbaatar, como dices tú, más autóctonamente correcto, es harto complicada, no sé si explicarme aquí es adecuado, pero lo voy a hacer: sobrevolé Ulan Bator, hace tres años (747-400 Lufthansa) camino de Beijing, como escala de otro destino remoto, probablemente en la vertical de Ulan Bator a 10.000 metros, era el ser humano más feliz sobre la tierra, en este caso en el aire y me dije que un día visitaría esa ciudad toda cubierta de hielo. Al volver a Frankfurt, también en la vertical de Ulan Bator, era el ser humano más indeterminadamente triste y feliz a la vez. Pero seguí con mi determinación absurda de ir a Ulan Bator. Ahora tengo un compromiso de viajar a Ulan Bator, y esta vez no es conmigo mismo, pero me da miedo. Hasta aquí puedo leer, como decían en el 123. Mi particular curiosidad es que ese nombre, Ulan Bator, sale cada dos por tres a mi encuentro de forma obstinada ¿Qué cojones hay en Ulan Bator, para tenerlo siempre en mente? No lo sé, o sí lo sé.

Perdón por el rollo, que probablemente ni te va ni te viene. Pero la culpa es tuya por poner el enlace en mi blog.  


Blogger 315517 confesó...

EStoy gratamente sorprendida con todo lo que he evocado en tí con mi literatura de evasión. ^_´
Y no tienes por qué disculparte, dejé el enlace con total alevosía.

Ö_Ö  


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